31 may 2008

ESTE ES NUESTRO BIEN, TAMBIÉN EL MAL

No me interesa andar rastreando a la última sensación del indie rock, sólo quiero descubrir buena música. Me gustan las canciones, las de grandes coros y voz imponente. Esos volúmenes tipo Dayna Kurtz que paralizan, o la sutil fragancia armónica de Natalie Merchant. Y no es por un asunto de género, simplemente hay una esencia que diferencia a las canciones masculinas de las hechas por mujeres que las hace distintas. Quizás la misma razón que distancia a Michael Stipe, Roy Orbison, George Michael o Morrisey del resto de los cantantes. Y ni siquiera habrá que buscar una definición, sólo es un asunto de las sensibilidades, por lo que no todos tendrían porque sentirse identificados.

Hace un tiempo escuché a alguien decir que no detestaba nada más que a los fans de Morrisey. Claro, el prototipo de fan a veces puede ser un poco insoportable, pero eso no tendría porque privarme de escuchar o ir a ver al ex The Smiths. Yo que fui fan, pertenecí a un fan club y conocí a varios grupos de fans, tan diversos como Ricky Martin, Los Tres y Michael Jackson, puedo dar fe de que el fanatismo va más allá de querer tirarse al artista. Aunque debo reconocer que no hay nada más entretenido que estereotipar a los fanáticos y sus conductas, como imaginar que en la fila de un concierto de La Oreja Van Goh está lleno de secretarias y en Javiera Mena la mayoría usa pitillos. Prejuicios superficiales e innecesarios.

Con mis amigos en general nos reímos mucho con las etiquetas y definiciones del mundo gay. La señora del negocio dice “colita”, el camionero grita “maricón” o el estereotipo interno de los homosexuales al tratar de separar a “la loca” de su perfil, supuestamente más masculino. Puras palabras para tratar de resumir lo que pasa entre dos hombres, algo que para muchos resulta anormal pero que para otros es un estilo de vida que va más allá de la sexualidad y los parámetros culturales heredados de la religión predominante.

Mi moral no es igual a la tuya ni tampoco se parece a la de aquel tipo roba carteras a mujeres en el centro de Santiago ni la del arquitecto que construye edificios de plumavit. La única regla invariable es que todos respetemos las conductas y credos de los otros, pero el problema está en lograr validar el respeto como verbo y luego practicarlo. No nos olvidemos que a pesar de los computadores aún somos seres vivos.

Estamos acostumbrados a la calificación, como si nuestra vida fuera un regimiento donde todos ocupan y necesitan un rango. Malas costumbres y absurda moralidad que puede llegar a reducir la vida de un homosexual a la de “maricón” o el trabajo de una prostituta a “puta”.

La definición de las conductas morales heredadas de la religión católica deben ser redefinidas de acorde a la globalización que predomina en tiempos modernos. Nos falla la comprensión, uno de los mayores problemas de nuestra personalidad nacional. Entre los chilenos existe mucha sensibilidad pero en terreno no nos damos el tiempo para conversar, menos para discutir y validar nuestras diferencias.

Tanta definición, tanto dinero y tanta pobreza, y al final todos pisamos el mismo suelo. Homosexuales, divorciados, madres solteras, putas y putos, comunistas, momios, adictos, vegetarianos y religiosos respiramos el mismo asfalto y nos tragamos el mismo discurso presidencial todos los años. Y a todos nos gustan la música y nadie podrá definir lo que es bueno o de mejor gusto, sólo se trata de diferencias, las mismas que nos ayuden a construirnos como seres activos dentro de una sociedad calculadora, materialista y diversa. Está en nuestra disposición y entusiasmo que nuestro paso por la tierra sea sólo un cumplir o un tiempo para aportar ideas y matices.

JORGE DREXLER, LA GUITARRA Y LA VOZ

En Jorge Drexler, hay algo más que una buen control de la voz y la guitarra, el artista uruguayo posee las canciones y la personalidad suficiente para convertir un teatro de 4 mil personas en un concierto personalizado. El cantautor volvió a Santiago para realizar su concierto más masivo, a la fecha, y presentar el álbum "Cara B", un espectáculo donde el autor de "Al Otro Lado del Río" toca junto a su guitarra (y pequeños efectos grabados de la urbe) las canciones más pedidas de su cancionero, transformando el Teatro Caupolicán en un pequeño pub. "Mi Guitarra y vos", una de las canciones más recordadas de su discografía, fue uno de los instantes más contundentes de su actuación, que se extendió más allá de la hora programada. Los aplausos hicieron que el músico retornará en 3 ocasiones a escena para cumplir con los pedidos de enfervorizados seguidores. E incluso se dio el tiempo de responder, brillantemente, a los inoportunos gritos de algunas fanáticas. Con o sin banda y en cada uno de sus discos, Drexler no ha perdido el control y aún en su etapa más internacional no ha descuidado una nota de la amabilidad y talento. La actitud de alguien que sabe hacer y representar sus propias canciones.

28 may 2008

La sonoridad chilena y la música que podemos cantar

La música chilena no es ponerle más trutruka a la electrónica o citar a Neruda en el rock, la sonoridad chilena es aquella que se caracteriza por dominar lírica y melódicamente la tristeza. La melancolía, desde un punto de vista social, geográfico y humano. El existencialismo chileno es único, muy propio, cargado de trancas, prejuicios y un humor que sólo Chile tiene, y que sólo un país como el nuestro merece. No importa que tan sarcásticos o deprimidos parezcamos, nuestras penas son únicas, transgeneracionales y retornables según nos ha demostrado la historia. “Atrévete a Amar”, la canción más conocida del dúo pop Sol Azul, fue un hito radial a mediados de la década noventa, representando a una generación desentendida de los grandes temas y superficialmente manipulables. Sin embargo su contagioso coro tiene más melancolía que fantasía adolescente, “baila y no pienses nada más”, y en medio de la pista la enérgica cantante invitaba a olvidar los problemas y disfrutar del momento. Más sencillo y honesto, imposible. Quizás uno de los mayores problemas que sufre nuestra música son las inútiles ataduras políticas que han transgredido parte del cancionero popular. Posturas, opciones y la militancia de muchos grandes artistas y creadores ha etiquetado y limitado, injustamente, gran parte de los sucesos musicales que ha interpuesto la cultura popular. Artistas y música a la que accedemos bajo la influencia de la iglesia, medios de comunicación, las clases políticas y un público que culturalmente se restringe de escuchar más allá de lo que su filosofía le ha permitido. En medio de los grandes y peores momentos de nuestra historia contemporánea se han expuesto canciones que no han perdido fuerza en el nuevo siglo y se revalidan constantemente entre las nuevas generaciones. Difícil diferir en torno a que Los Prisioneros son la banda chilena más popular de las últimas dos décadas. Argumentos socioculturales que atraviesan las referencias políticas y antecedentes históricos. En pleno gobierno militar el grupo logró imponer desde el underground un repertorio contundente, que destacó por su simpleza armónica y la inteligencia lingüística de su cancionero. Versos que 25 años después siguen sonando más vigentes cada vez que se conoce un acto de corrupción, discriminación o intolerancia. “Nuestra actitud ha sido siempre la de un grupo súper chileno. Si uno tiene una identidad clara, el éxito le llega solo. Charly García, por ejemplo es súper argentino, o Raphael es súper español. El Scaramelli, por ejemplo, no tiene gusto a nada y por eso nadie lo pesca” decía Jorge González en 1990 (revista El Carrete). Porque las circunstancias y los fenómenos cambian, la década ’90 nunca tuvo un gran y único referente. Más bien se habla de un sólo movimiento como El Nuevo Rock Chileno, un eslogan que lanzó la industria discográfica e impuso radio Rock&Pop. De ese periodo sobresalió La Ley, como gran icono pop en la primera mitad de la década, y Los Tres como contraparte del rock a partir de su sesión Unplugged. Al revisar gran parte de este repertorio nos encontramos con una generación de bandas distraídas por el aprovechamiento de los sellos y desorientadas por la democracia, que se desvinculan de la protesta y del discurso propiamente político. La generación del “No estoy ni ahí” que crítica y se canta a si mismo. “Yo no digo que debamos mantener de por vida el duelo por los detenidos desaparecidos. Ni quedarnos pegados en el discurso político de los ’70. Puedes abjurar del pasado, negarlo en tanto evitar que se repita, pero no es para nada aconsejable decir que jamás existió” dijo Mauricio Redolés en 1992 a El Carrete. Los más grandes éxitos del rock pop nacional de la década noventa, con Joe Vasconcellos, Gondwana y Tiro de Gracia, jamás llevaron un single con carácter ideológico a las radios, para evitar reencontrarse con la censura que atentó contra muchas composiciones durante la década ’70 y ‘80. “Acá se habló de lo mío como ecología mental. No sé lo único que cacho es que la gente joven está muy dura para abrazarse, besarse, hacer el amor. Hay una tranca muy grande, es como que hay una parte del proceso que no se ha vivido. De repente desde un régimen súper autoritario nos pasamos directamente al SIDA” decía Joe Vasconcellos en 1993 a revista El Carrete. Si bien bandas del punk rock como Fiskales, Los Miserables o Santo Barrio continuaron levantando, paralelamente, crudos estribillos de protesta en contra del sistema y frente al ahora difunto militar, son bandas que por lo general han sido excluidas de las radios y medios masivos, capitalizando su popularidad y discurso en círculos universitarios. Quizás el único quiebre en la música popular lo hizo Makiza con “En Paro”, de 1999, un sencillo tan claro y directo que no fue programado en varias radios del dial FM por sus referencia políticas, en pleno proceso electoral de la histórica elección Ricardo Lagos versus Joaquín Lavín. Tras la experiencia de “En Paro”, que significó amenazas a la gente de Makiza y a la vez ventas superiores a las 20 mil copias del álbum, nadie se atrevería a lanzar un sencillo con carácter sociopolítico en Chile. Sin embargo, desde Concepción y coincidiendo con la separación de Los Tres, llegó a radio Rock&Pop un demo inteligentemente bien confeccionado. La canción “El Detenido” de Los Bunkers, que tras su salida al aire conmovió la razón de miles de auditores que convirtieron el sencillo en un éxito radial. Un tema tan sórdido y doloroso para los chilenos como los desaparecidos tras el golpe del ’73 era, por primera vez, tratado de una manera tan sutil y melódicamente amable. Una banda de pop rock nacional con discurso y una postura, toda una hazaña para la escena local. Otros ejemplos fue lo que hicieron Los Miserables con “Carta Marina”, una canción que es capaz de trizar el corazón a cualquiera, “Bendición” de Mamma Soul y “Las Horas” de Saiko, entre las pocas canciones radiales que han enfrentado nuestra historia reciente. Mientras que el resto de éxitos radiales se ha caracterizado por el existencialismo puro, el amor desde un punto de vista arraigado y convaleciente (Lucybell, Canal Magdalena y similares) hasta la ironía musicalizada de Los Mox, Chancho en Piedra, Sexual Democracia, Glup y Sinergia, que mezclan el rock voluminoso con la picardía y el humor negro. Hay que considerar que los últimos discos locales que marcaron pauta en ventas fueron el álbum de covers de Javiera & Los ImposiblesAM” y “MTV Unplugged” de La Ley, ambos con más de 60 mil copias facturadas hasta hace seis años atrás, y las superventas de la colegial María José Quintanilla, la más aventajada del Clan Rojo, y el primer álbum de 31 Minutos, uno de los fenómenos televisivos más importantes de la última década. 

Actualmente el rock nacional vive un incierto periodo carente de mayores referentes. Los Prisioneros, Los Tetas, Tiro de Gracia y La Ley ya no están juntos, Los Tres, Joe Vasconcellos, Lucybell, Chancho en Piedra y Gondwana ya no pesan como antes, los históricos Inti Illimani, Quilapayún, Illapu se desvanecen en conflictos y Los Jaivas y Congreso son más marca que vigencia por lo que quizás el rock pop nacional permanece, pero disuelto, como un género esporádico y de éxitos aislados. De los últimos 8 años, sobresalieron y avanzaron entre las grandes audiencias Los Bunkers, Chico Trujillo, Saiko, De Saloon, Sinergia, Papanegro, Francisca Valenzuela en su mayoría con resultados pendientes. Mientras que la escena alternativa, al fin, logró empatar (y superar) el nivel de las producciones con discos de Javiera Mena, Gepe, Leo Quinteros y CHC. Los Prisioneros fueron únicos para su época y para nuestra historia, por lo que las comparaciones serían bastante injustas. Los noventa fueron la década de muchas canciones y de varias bandas que fueron capaces de constituir una marca propia en el dial FM, con resultados concretos de Los Tres, La Ley, Gondwana, Joe Vasconcellos y Tiro de Gracia. Y para la generación actual el espectro se amplia mucho más con la inserción de Internet en más hogares, la caída de la industria discográfica oficialista y la apertura de las radios a la escena alternativa deja muy buenos discos hasta la fecha. Los Bunkers como el principal y mejor referente popular de los últimos 8 años, demostrando que con trabajo constante es más fácil acercarse a las expectativas. Las letras de desamor de Los Bunkers, Saiko (con Denisse Malebrán) y Javiera Mena entre los mejores estribillos de la década, mientras que CHC ha grabado la banda sonora de una generación autodidacta que defiende un lenguaje propio, popular y tremendamente consciente, que recupera la crítica sin caer en el partidismo político ni la demagogia intelectual que amenazó a muchas otras bandas, como el disco “Manzana” (2004), último trabajo de Los Prisioneros, entre las mayores decepciones de la música popular de la última década. Y es imposible dejar pasar el trabajo de El Macha en La Floripondio y Chico Trujillo, la banda más chilena del país. De la actualidad vale la pena distinguir los talentos del cantautor Leo Quinteros, que se supera en cada nuevo disco, Rosario Mena la mejor cantautora adulta de la escena indie local, el rock melancólico de Jirafa Ardiendo, el hip-hop versátil de CHC y sus proyectos derivados, las composiciones de la juvenil Javiera Mena, el pop bailable de Lulu Jam, la electrónica de Bitman y Roban y el rock pluralista de The Ganjas y la incomparable Colombina Parra en Los Ex. Mientras que del mainstream nacional destacan el cancionero de Los Bunkers, los singles de Saiko, la seguridad de Anita Tijoux y la avanzada popular de Sinergia, Chico Trujillo y De Saloon. Aunque todas las cartas para una figura de exportación se las lleva Francisca Valenzuela, joven talento local que tiene condiciones para pararse en cualquier escenario del planeta y conseguir la atención de las grandes audiencias. El problema con Chancho en Piedra es que siguen haciendo música pensando en la adolescencia con composiciones que sólo le restan originalidad a una de las bandas más frescas de la década noventa. Por su parte Lucybell vive un nuevo proceso de transición del que no será fácil salir si siguen conformándose con llenar estadios. Nicole debe demostrar de una vez por todas que tiene la mejor voz del pop local pero en canciones, no con el pelo. Los Tres viven acomodados en un tecnicismo que les resta emoción y originalidad a sus nuevas composiciones, quizás sea culpa de la adultez. Algo similar a lo que vive Joe Vasconcellos, que sigue publicando bonitos discos pero nada tan relevante para entusiasmar a las masas. Gondwana se quedó pegado en los acordes del reggae tradicional y en los últimos años ha tenido 3 nuevos vocalistas sin mayores sorpresas. Y de los ex miembros de Los Prisioneros y La Ley no se podría esperar algo mejor considerando que se disolvieron por el decaimiento de sus composiciones y pasaran la vida conmemorando un pasado glorioso. No así con Los Tetas que siguen tan inquietos como hace 10 años y siguen sonando contemporáneos.

Lo que me gusta de las nuevas generaciones es el desprendimiento que existe de las tradicionales musicales de grabación, promoción, difusión y expectativas que la industria discográfica promovió hasta hace algunos años. La prioridad de las nuevas generaciones es hacer más música buscando mejores momentos y no componen mentalizados con la idea de hacer un hit para aumentar sus créditos bancarios. Hay deseos, ideas, palabras que es necesario expresar y compartir sin depender de un patrón político sino que desde un punto de vista más humanista y personal de lo que sucede con nosotros. Tampoco existe esa necesidad de “sonar chileno” pero si hay un reencantamiento interesante con los elementos tradicionales de la canción popular, y inevitablemente permanece la melancolía nacional en cada una de las nuevas canciones que se componen y publican. Desde Violeta Parra, Angeles Negros, Los Prisioneros, Los Jaivas, Los Tres hasta Chico Trujillo, Francisca Valenzuela y Los Bunkers, hay un acento que es muy propio e inconfundible. Fueron, son y serán las voces y el lenguaje de los chilenos, un país tercermundista ubicado al fin del mundo, con tantas ventajas y desventajas que podría ser un país más alegre, pero hay algo en la sangre o en nuestra cultura que nos hace seres invernales, reflexivos y soñadores. Chile es un país de poetas pero también nos gusta la fiesta, y esa mezcla de baile y pena nos ha convertido en una nación única que vive eternamente peleando su lugar. Un espacio temporal y generacional que busca su banda sonora, una que no suene ni tan clásica ni tan moderna, pero que se oiga como sólo nosotros la podemos escuchar y cantar.

LA INDUSTRIA EN ROJO

Atrás quedaron los fenómenos y las farsas de Rojo, Fama Contra Fama, y las multinacionales están pagando su culpa. Estos mismos ejecutivos, algunos que actualmente aparecen a cargo de sellos independientes, se aprovecharon de la ansiedad e ignorancia de los entusiastas jóvenes que lograron brillar en el programa de buscatalentos ofertando proyección y falsas promesas. Lo importante era firmar, grabar y vender en el momento. En sólo meses, todos ganaron plata (el canal, productores, el productor, los sellos, managers), firmando contratos injustos para los debutantes, grabando discos baratos y regalando premios de oro y platino sin factura que los avalara. Fue está industria la que le quitó la credibilidad e importancia al Disco de Oro, un reconocimiento que siempre fue una referencia de éxito en la industria musical. Por eso, hoy, a nadie le importa que un artista venda más de 7 mil copias en Chile (cifra actual para Oro, antes eran 15 mil) porque los sellos durante mucho tiempo le mintieron al público, periodistas y a los mismos protagonistas regalando placas de oro y platino en el recordado “Rojo” de TVN. Discos desechables. El mismo programa, donde el animador repetía incansablemente que el espacio recuperó la confianza y el cariño por la música chilena, mientras sus mejores talentos imponían el hit de Sin Bandera “Entra en mi vida” y la colegial María José Quintanilla homenajeaba las rancheras mexicanas. Rojo no sólo le quitó valor a la música nacional, también le bajó el precio y la calidad a la música en vivo, porque mientras las bandas de verdad viajaban con equipos completos para montar un mejor show, los debutantes artistas de Rojo lo hacían con una pista y un manager que se preocupaba más de alimentar el ego que montar un buen espectáculo para su representado. Esas jóvenes promesas de la música fueron desechadas coincidentemente con la caída del programa. Los cantantes, más reconocidos, con suerte seguirían apareciendo en TV como panelistas de farándula. Rojo marcó hace 4 años el último peak de la industria discográfica y su última mejor sintonía. El programa de TVN sobrevive actualmente sólo porque tiene pantalla, mientras que los sellos discográficos se mantienen sólo porque aún tienen oficina. A Rojo y a los sellos ya nadie los necesita, no son negocio, no venden, menos encuentran ni producen talentos, sólo están. El negocio en torno a la música ha cambiado, y los grandes sellos han reaccionado de manera tardía por lo que, a diferencia de antes, a nadie le importa lo que las multinacionales puedan hacer o decir. Coincidiendo con la caída del espacio de buscatalentos de TVN, donde ya nadie descubre ni busca revelaciones. Una vez más se demuestra lo que se ha dicho por décadas, siempre van a prevalecer y destacar los buenos, y por eso ya no quedan figuras de Rojo en el mercado, por lo mismo que los grandes sellos ya no tienen industria. Pero para los buenos y los de verdad, hay mejores noticias, siempre habrán escenarios y plataformas para seguir movilizando la música, desde Internet hasta la puerta de nuestro hogares. Y aunque que quizás muchos nunca obtengan un Disco de Oro, el mejor reconocimiento estará en hacer discos perdurables para la gente y obras que validen sus propias motivaciones.

22 may 2008

EL COLOR DE LA CUMBIA

Desde Buenos Aires el festivo combo musical de las Kumbia Queers sacudió la pista de El Living del Centro de Arte Alameda la noche del domingo. La herencia del movimientos culturales, aparentemente incompatibles, como el punk y la bailanta se adhieren satisfactoriamente en la propuesta del quinteto trasandino. El movimiento de las riott girls, la unión de ritmos tropicales y reminiscencias de la cultura pop se movilizan en el popular cancionero de las Kumbia Queers, protagonistas de una de las mejores presentaciones en vivo que se han visto durante este año en la capital chilena. Las chicas se entretienen con sus instrumentos y se divierten bastante. Cómodamente levantan la bandera y el discurso de su propio estilo de fiesta. La cumbia rosa, bailable y con estribillos de estadio, mientras que en el trasfondo suena un carácter femenino que la hace única y diferente. La multicolor cumbia de las Kumbia Queers, una las más honestas bandas que se han conocido en este lado del continente. Que siga la fiesta.

13 may 2008

PERIODISMO MUSICAL 3ª parte

Desconfío de ese tipo de periodistas que ejerciendo su rol se toman fotos con los famosos, y también de aquellos que se van de carrete con los músicos y luego avalan sus discos como "lo mejor que le ha pasado a la música chilena".

He oído historias y conozco un par sobre cómo la industría discográfica de los 90's hacía lobby con alguna de la prensa musical de esa época. Muchas veces no basta con el puro talento o los argumentos propios de la biografía del artista para conseguir una nota.

Una anécdota, cuando Fernando Paulsen se hizo cargo de La Tercera (1997, 1999), como director, prohibió que sus periodistas recibieran discos o credenciales. Si el artista era de interés del diario se compraban las entradas o el disco que se comentaría, como lo haría cualquier lector.

Me da risa escuchar o leer algunos especialistas en música cuando hablan de algunas bandas locales tratándolos de revelación o líderes de un movimiento, que curiosamente no pasa del grupo de amigos que va al mismo Bar de siempre. Imagino que con argumentos como esos, mucha gente que no vive en Santiago podría pensar que en la capital está todo pasando.
Pero todo lo que normalmente ocurre, con algunas excepciones, es que hay un grupo de bandas que han sabido generarse buenos vínculos y se han garantizado más prensa y atención en los medios. Grupos escoltados y apadrinados por alguna prensa que le justifica la mala amplificación o desafinaciones como una cualidad de los tiempos modernos.

Mucha fiesta, copete y pasarlo bién, pero están muy lejos de ser negocio o protagonizar un fenómeno. Por eso hay muchos músicos que aceptan hacer clases o publicidad, graban jingles o se convierten en rostros de campañas.

Ahora que se callaron los artistas de ROJO y la industria discográfica se apaga, los buenos tienen más y mejores oportunidades que antes para llegar a más gente, pero esa conexión nunca debe depender de la prensa y los medios. La nueva y buena música tendrá siempre un nicho entre quienes se interesen espontáneamente y no por aquellos que andan rastreando modas y tendencias en la prensa "especializada", la misma que se toma fotos con los artistas en la conferencia de prensa o los mismos que se compran un ron a medias con miembros de la escena indie capitalina. A eso yo no les creo, no les compro.

9 may 2008

CHARLES AZNAVOUR; Al Maestro con Cariño

Lo que parecía un concierto más dentro de la amplia agenda capitalina se convirtió repentinamente en la ceremonia más importante de la semana para las elites sociales, con localidades agotadas hace semanas para la primera función de Charles Aznavour. Sin embargo lo que anoche se vivió en Espacio Riesco fue mucho más allá de las expectativas convirtiéndose en una memorable jornada de grandilocuentes canciones. Protagonista y propietario del escenario el señor de la chanson apareció frente a más de 5 mil elegantes espectadores y durante 26 piezas se dedicó a maravillar con su nobleza interpretativa. Los brillantes arreglos de su orquesta parisina fueron el sustento melódico para la constante reinvención escénica de Aznavour, un coqueto señor que transforma sus 83 años de vida en casi un siglo de conquistas. Mientras en la afueras del recinto los flashes reventaban ante la llegada de algún famoso local, al interior del recinto Charles Aznavour brillaba como el principal y único protagonista de la jornada. Con un micrófono en mano y décadas de talento el artista desprendió de su registro los más recordados estribillos de su discografía, en tres idiomas. Aznavour dominó el lugar y cada uno de los movimientos que provocaron sus canciones, una veintena de grandes momentos musicales a través de una de las figuras más trascendentes de la música popular. Aznavour, más allá de la canción, un maestro del delirio.